MITOS Y VERDADES SOBRE LA TARTAMUDEZ

Mito: Las personas que tartamudean no son inteligentes.
Realidad: No existe ninguna relación que vincule a la tartamudez con la inteligencia.

Mito: Los nervios causan la tartamudez.
Realidad: Los nervios no causan la tartamudez. Tampoco deberíamos creer que las personas que tartamudean son propensas a experimentar nervios, temor, ansiedad o vergüenza. Tienen las mismas características de personalidad que aquellas personas que no tartamudean.

Mito:  La tartamudez se cura.La tartamudez no se cura.
Realidad: Lo que se aprende es a controlar de forma voluntaria esos problemas de fluidez mediante técnicas y estrategias, consiguiendo unas experiencias comunicativas mucho más positivas y cómodas. Siempre decimos en el estudio, que una persona con tartamudez va a convivir con ella toda su vida, pero es esa persona la que decide en que momentos quiere controlarla y en que otros quiere dejarla (dis)fluir.

Mito: La tartamudez puede adquirirse por imitación o por escuchar a otra persona tartamudear.
Realidad: Nadie sabe aún la causa exacta de la tartamudez, pero algunos estudios indican que la historia familiar, el desarrollo neuromuscular y el medioambiente del niño juegan un papel importante. Cabe aclarar que no puede ser adquirida a propósito.

Mito: El stress causa tartamudez.
Realidad: Como mencionamos anteriormente, son varios factores complejos que están involucrados. El stress no es la causa, pero seguramente puede agravar la tartamudez.

Mito: Ayuda decirle a la persona que “respire profundamente antes de hablar”, o que “piense lo que quiere decir antes de hacerlo”.
Realidad: Este consejo solo hace que la persona tome mayor conciencia, haciendo que la tartamudez sea más severa. La respuesta que más puede ayudar es escuchar pacientemente y lograr modelar un habla lenta y clara.

Mito: La tartamudez es debida a un trastorno psicológico.
Realidad: En la tartamudez, las dificultades en el habla y los problemas psicológicos o emocionales van de la mano. Este componente psicológico más que la causa es la consecuencia. Esto es debido a que a veces las personas que presentan dificultades en su habla experimentan las situaciones comunicativas de forma negativa, generando pensamientos distorsionados sobre ellas mismas, dando lugar a sentimientos negativos de culpa, vergüenza o inseguridad. Lo que acaba forjando una baja autoestima.

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